Se manchó los dedos de mierda y comprobó que le sangraba la almorrana: fue entonces cuando comprendió que estaba vivo, pero también que podía morirse cualquier día!!
(Dorhy Muñoz)
“Entre el cielo y el
infierno y viceversa”
Era verano y su gran amor agonizaba.
Ese mismo mes murió su padre. Descendió súbitamente a los
arrabales del infierno tras haber tocado tantas veces el cielo con
los dedos. El hastío vital y la desesperanza cruel le habitaban las
entrañas. Fue entonces cuando decidió, casi sin pensarlo,
adentrarse en las profundidades de la noche loca y sus oscuros callejones. Y probó de todos
sus venenos y veleidades, guitarra en mano y voz en grito. Amó
frívolamente a muchas mujeres de cuyo nombre no puede acordarse. Un
buen día conoció a su otro gran amor y se alejó de aquellos
callejones sin salida. Dos años después dejó la noche: se quedó
sin un amigo. Años después su amor y él, abrazados a lágrima
viva, reconocieron que habían tocado fondo y que a su camino ya no le
quedaban más veredas. Tomó el atajo del recogimiento interno y la soledad elegida y caminó al encuentro
de su verdadero ser, viajando no sin dolor, hacia las más recónditas verdades sobre sí mismo. Preparó
con discreto esmero su nueva y ligera mochila y sus botas de andar por los tropiezos, mientras atendía, mal
que bien, a su madre y a los suyos. Un inolvidable día consideró que ya estaba
preparado para el nuevo viaje: se quedó sin familia. Hoy vive junto
al mar con sus perritos. Tiene muchos amigos y amigas nuevos y algún amor,
amorcito o amorzuelo por resolver. Este narrador ocasional conoce bien al personaje. Este microrrelato merecía un happy end.
© AMS Cádiz
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