Nada soy, nada he sido y no puedo pretender ser nada... aparte de eso guardo en mí todos los sueños del mundo!! (F.Pessoa)
Cantante, guitarrista, autor de canciones, psicoterapeuta, funcionario en excedencia ahora que me acuerdo, estudiante universitario a mi edad y escritor aficionado noctámbulo, noctívago y nocherniego... Todo lo que la vida me ha ido enseñando se puede resumir en dos palabras: sigue adelante!!
Besos y abrazos Dorchy Muñoz
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lunes, 17 de septiembre de 2012
El tren de la tristeza
Relato breve de corte psicológico sobre las dificultades anímicas, emocionales y de salud y los sinsabores del devenir de la puta vida para muchas personas. Espero que les guste: yo también viajé en ese tren. Amador
Publico enlace de su su entrada en globatium:
http://www.globatium.com//index.php?nota=6153
“El
tren de la tristeza” El tren de la tristeza tiene los vagones pintados de
gris- sólo por dentro- y por sus ventanas casi no entra el aire. No tiene
compartimentos privados ni vagones de primera, pero sí estrechos pasillos por
los que pasean sus viajeros, a cualquier hora del día o de la noche. Nunca
apagan las luces y el bar y un pequeño dispensario farmacológico suelen estar
abiertos. Es un tren muy especial aunque desde fuera no se distinga de los
otros: circula por las vías con su lento traquetreo, sin prisa aparente por
llegar a su próxima estación, donde tal vez alguien espere para subirse en él;
es posible que sin saberlo todavía. En el tren de la tristeza casi todo el mundo
viaja solo y a menudo con poco equipaje… Puede ser que uno recuerde en qué
estación se incorporó al viaje, pero es raro encontrar a alguien que sepa con
certeza en que estación se bajará. Desde las ventanas casi todas las estaciones
parecen iguales, aunque pases innumerables veces por ellas: porque entre otras
muchas cosas el tren de la tristeza es circular y por eso nunca se detiene, ni
llega a destino alguno. En el tren de la tristeza reina el silencio sin
necesidad de que nadie lo haya impuesto. Y aunque sus vagones no tienen números
sino nombres como desamor, desesperanza, pena, desamparo, olvido, etc. todos se
parecen mucho y ya nadie se fija en ello porque el deambular a veces lento, a
veces nervioso de sus pasajeros parece tener como norma no mirar de frente al
cruzarte con alguien y no preguntar nunca de donde vienes o a adónde te
diriges. A veces se oyen risas en el bar al calor de las cervezas y licores y
hasta hay quien se atreve a hablar un poco de su vida y olvidarse por momentos
de las razones que le han traído hasta aquí. Es entonces cuando este tren se
parece mucho más a cualquiera de los otros trenes. Hay quien ha viajado mucho
por el mundo y hay también quién está deseando hacerlo, quién vivió la espuma de
los días y quien apenas supo de las alegrías, del amor y de los otros. Hay quien
tocó el cielo con los dedos y también quién ha vivido en los arrabales del
infierno. A veces se oyen llantos y quejidos tras las puertas de los baños y no
es extraño encontrar a alguien que arruga su cara contra los cristales, para
esconder su llanto y sus recuerdos. En este tren casi nunca pasa nada pero
cuando se acerca un túnel o se está ya inmerso en él un sobrecogedor
estremecimiento parece apoderarse de todos y los viajeros parecen mirar hacia
otro lado para esconderse de la oscuridad, el bar queda en silencio y en los
vagones parecen escucharse latidos provenientes de los otros viajeros, que a
veces nos hacen dudar de si no serán precisamente nuestros. Y uno deja de
escuchar el incansable traquetreo del tren para fundirse con los latidos de los
otros, tan anónimos como los propios. Y uno desea que llegue pronto la próxima
estación para tomar aliento si es que nuevamente no nos atrevemos a bajar, en un
acto desesperado, aún sabiendo que ya nadie nos espera en ningún sitio. Para
este tren no se necesita visa ni pasaje y como no tiene supervisores no tienes
que contar a nadie cual es tu próximo destino. A veces tampoco se recuerda cual
fue la estación en la que decidiste dar el paso y subir esos cuatro escalones
metálicos que nos separan del andén. A veces piensas que nunca volverás a
bajarlos y lo que es seguro es que casi nunca lo harás en el mismo sitio. En
este tren viajan hombres y mujeres provenientes de todos los lugares, unos en el
vagón de la melancolía, otros en el de la enfermedad, otros en el de la
desesperanza, otros en el del olvido, otros en el del desamor; otros en el del
hastío y así hasta un sinfín de nombres y vagones que nadie quiere renombrar ni
conocer y que no tienen importancia porque a veces uno no sabe bien a cual de
los vagones pertenece y se echa a descansar y dormitar en cualquier sitio, harto
de no soñar y cansado de tanto viaje, lejos de El o de Ella, lejos de los tuyos,
lejos de cualquier sitio. Y es entonces cuando te entran ganas de saltar en
marcha, o quedarte para siempre a la intemperie, entre vagón y vagón. Es
entonces cuando piensas más con el corazón que con la cabeza que el viaje
continúa y que siempre habrá una próxima estación. En el tren de la tristeza
viajan gentes de todas las edades y condición: sólo el dolor nos hace iguales
vengamos de donde vengamos, seamos quienes seamos; sólo el amor nos hace
eternos... En el tren de la tristeza viajan gentes que perdieron otros
trenes… también a veces viajan niños.
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