QUIMERAS Y DESAFÍOS



Nada soy, nada he sido y no puedo pretender ser nada... aparte de eso guardo en mí todos los sueños del mundo!! (F.Pessoa)

Cantante, guitarrista, autor de canciones, psicoterapeuta, funcionario en excedencia ahora que me acuerdo, estudiante universitario a mi edad y escritor aficionado noctámbulo, noctívago y nocherniego...
Todo lo que la vida me ha ido enseñando se puede resumir en dos palabras: sigue adelante!!

Besos y abrazos
Dorchy Muñoz



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lunes, 25 de febrero de 2013

“Quimeras y Desafíos”


Quimeras y Desafíos”
Uno de los principales preceptos filosófico-religiosos, que fundamentan el Budismo afirma que el Sufrimiento es una cualidad inherente y consustancial a la vida humana. O dicho de otro modo: vivir y sufrir, si bien no pueden considerarse sinónimos, siempre van, inexorablemente, de la mano. Y en cierto modo estoy de acuerdo por más que mi recorrido vital haya podido en ocasiones parecer contradictorio, evitando el dolor propio y de mis seres queridos en la medida de lo posible y poniendo el acento y el paso firme en continuar el camino incluso reinventándome la propia vida para seguir siempre adelante sin ceder a los chantajes de la culpa pretérita o los inciertos futuribles: Ya de niño me inventaba mis propios juegos y le ponía mi propio final a los cuentos. La realidad me ha resultado siempre, desde que recuerdo, tan cruda como intransitable, tan aburrida como previsible, lo que ha generado en mí desde entonces la terrible contradicción existencial de conocer en primera persona los rigores que exige el hecho de vivir y soportar este dudoso mundo en que habitamos o entregarme a mis mundos imaginarios, mis emociones y mis sentimientos. O dicho de otro modo, siempre he jugado con otra una baraja escondida que sólo sacaba al llegar a casa, a mi propio mundo, un tablero y unas piezas de ajedrez alternativos, en que poner en marcha las quiméricas ideas que la evidente lógica formal del juego no me permitían, sino sobre el escenario de mi propio teatro y no del que me viniera impuesto por las circunstancias. Y no, no me ha ido mal, tenía bien aprendido el papel, no me costó mucho estructurar y asumir los roles, incluso los arquetipos necesarios para aparentar ser un personaje digamos adaptado y valorado socialmente. Pero aquello si bien no me creaba conflicto ético, moral u ontológico alguno, no me alimentaba, no me satisfizo nunca y he podido llegar hasta aquí sólo gracias a mi propio ajedrez y mi propia baraja de cartas, mis quimeras y mis propios desafíos sobre el escenario de mi propio teatro imaginario en el que debo reconocer y reconozco que a veces no he sabido bien si yo era Hamlet o una simple calavera. Rara vez ha habido público en esta función de la que ahora, pasado tanto tiempo, escribo desde mi rincón de Epicuro, desde mi thalmajal particular, desde mi cínico tonel si quieren. No he sido un impostor, ni un embustero, pero sí un gran fingidor, viviendo cada día el purgatorio de lo real y esperando estoicamente el encuentro con mi merecido cielo cotidiano: soportando el mundo a la espera de mi mundo, soportando la vida a la espera de mi vida, en aras, en suma, de mi propia libertad, en el más amplio sentido de la palabra.
Me bebí la vida a tragos, literal y figuradamente, nunca pedí ser atado al Palo Mayor para no escuchar los cantos de sirena y siempre me aburrieron pronto las posadas si desde la ventana era capaz de ver un nuevo camino o una hermosa vereda. He sido sensible y empático con la tragedia humana en la que vivimos, en especial con la de mi gente y mis seres queridos, cierto, incluso a veces abnegado militante en aras, en suma, de un mundo y una vida más justos, más dignos, más libres, más auténticamente humanos. Pero también he sido, sin necesidad de measculpas, libertino, caprichoso, arrogante y soberbio, míope a otras realidades e insensible a otros sentires. Mi caverna de lo creativo, de lo artístico, de lo musical y literario y el amor, tantas veces platónico, tenía sombras de colores que yo mismo pintaba para la ocasión evitando cruzar a corazón abierto el umbral de esa puerta que siempre supe que estaba abierta sin necesidad de girar la cabeza para constatarlo. Todavía hoy dudo de si la verdadera Luz está a uno u otro lado. Todavía hoy soy agnóstico hasta de mí mismo: siempre he preferido caminar con una duda que con un mal axioma. La Duda, la gran alíada y la gran enemiga, la que me separa del Budismo y de toda religión por más antropocéntrica y respetuosa con las otras creencias que sea. La compañera fiel que siempre me acompañó incluso en los más aparentemente certeros pasos que me han traído hasta aquí. Sí, probablemente es cierto, el sufrimiento es inherente a la vida, pero con igual o mayor fuerza lo es la duda, metódica o no, lógica o emocional: soy, sin lugar a dudas, mi peor enemigo, pero al tiempo soy mí única posible salvación.
Cuentan que Sidharta Gautama “Buda” vió la Luz y descubrió la verdadera excelencia humana a la edad de 35 años. Debió tener mucha suerte ese señor o conducirse muy bien por sus adentros, al parecer yo estoy muy lejos de parecerme a alguien parecido a él, precisamente con esa edad yo descubrí la oscuridad y conocí el infierno por primera vez, aunque ya hubiera merodeado alguna vez por alguno de sus arrabales. Hasta entonces yo era más bien un Zorbak griego -metafóricamente-, el futuro no existía y el pasado había dejado de existir. No existía sino el presente que ya se estaba escapando de las manos: ni siquiera nos bañamos una vez en el mismo río, para cuando somos conscientes de ello, el río ya es otro. Tenía 35 años cuando, sin saberlo entonces, comencé este largo viaje de tan diferentes caminos, veredas y laberintos.

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©AMS Cádiz
¿Qué inminente ser eres?
(Juan Ramón Jiménez)

Incansable ser”

¿Qué incansable ser eres,
que te sobrepones a los desatinos,
los azares más perversos,
la quimérica sinrazón
y las opacas trampas del camino?


¿Qué suerte de música callada
tararea a solas tu vigilia oscura?
¿Qué verdades de bruma
 transitan tu asténico semblante
y tu naturaleza impura?


¿Qué sino cabe esperar ahora
de tu andar de hojarasca y barro?
¿Qué horizonte de tu indecisa proa,
de tu navegar de velas enmohecidas
y carcomidos palos?


¡No deshojes más los pétalos del infortunio:
no maduran limones en un olmo
que se secó hace tiempo!
¡Sal al mundo y grita tu nombre
y hasta el suyo si es necesario
y el de los demás!
¡Pero acoge ya por siempre al niño
aunque llore eternamente
entre tus temblorosos brazos!


© AMS Cádiz

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