"No hay noche que no vea al día"
“ Una
Nueva Primavera”
Hola
amigos y amigos, hoy no publicaré un poema, ni un relato ni un
artículo de opinión, hoy desde la cafetería junto a la playa donde
suelo tomar café y ya puedo venir andando o en bicicleta y no en
coche o autobús como antes os escribo, a vuelapluma como siempre,
una carta de agradecimiento, no ya por las casi 60000 visitas que
tiene ya mi modesto blog y la constante participación en los
diferentes grupos Facebook que coordino, sino por vuestra presencia
incondicional a lo largo de estos dos últimos años, que ha sido sin
duda alguna una parte fundamental del difícil proceso vital por el
que he pasado estos últimos meses: no me duelen prendas en abriros
mi corazón y mis sentires una vez más, ya que mis lectores en
general son amigos y amigas personales y mal que bien me váis
conociendo. Lo cierto es que uno nunca sabe lo que le espera cuando
toma una decisión tan importante como la que yo adopté hace ahora
dos años. Dejé Madrid a pesar de estar enamorado de una gran mujer,
me vine aquí al abrigo de una gran amiga que hoy por hoy se
encuentra en Houston en tratamiento médico especializado; tras meses
lidiando con una enfermedad terminal de mi madre, cuidándola como
merecía, tanto ella como mi propio hermano me dieron la espalda y lo
siguen haciendo pese a la dedicación y ayuda que siempre les he
prestado, al parecer yo debía ser el “tito” (expresión
mexicana) que cuidara siempre de ella en detrimento de mi propia vida
y mi hermano quedar así liberado como lo ha estado siempre de toda
responsabilidad familiar en aras de “su revolución
socialdemócrata” y su, sin duda merecido, estatus de
reconocimiento laboral y político. Como dice un poema mío, el odio
nunca estuvo en mi guión, pero la resignación tampoco, por suerte
mi madre está recuperada si bien mi hermano acostumbra de dejar sus
“cagaditas de niño grande” en los diferentes espacios web en que
publico: y a la verdad que está más que aceptado y hoy por hoy sólo
me provocan una “compasión” casi budista, un cariño casi
inconfensable por toda una vida juntos y una desesperanza
difícilmente aceptada, sabedor de que tal vez no vuelva a verlos
nunca más si no cambian su actitud ¡Cuánto tiempo ha pasado desde
que mi hermano me escribiera una cariñosa carta en que me llamaba
poeta cuando yo sólo escribía canciones, cuanto tiempo desde que me
dijera, “has salvado la vida de nuestra madre”! Hoy por hoy sólo
le mueve la envidia, los celos y la ira en una más que sangrante
muestra de desfraternidad, deshumanidad y desempatía- valgan las
expresiones- rayanas en lo psicopatológico. Siento haberlos
mencionado, pero no me mueve el deseo de desprestigiarlos ni airear
nuestros “trapos sucios”, ni pretendo justificar mis actitudes,
mis decisiones, que de sobra estaban tomadas mucho antes de que
ocurriera todo esto y que tuve que posponer unos años, pese a que
Madrid ya me ahogaba y me sentía incapaz de cerrar el círculo de mi
propio viaje de aceptación y crecimiento interiores: largo y arduo
periplo que parece que nunca tiene fin.
Hoy,
puedo decir bien alto que se acerca una nueva primavera, valga la
metáfora, una nueva vida, ya en mi nueva tierra con mis nuevos
amigos y amigas, mis nuevos quehaceres, en especial los de Cruz Roja
y mis proyectos creativos musicales, literarios y editoriales, que
como sabéis retomo en estos días. Tras un largo año de
incertidumbres que he mantenido en deliberado secreto incluso a mis
examores, hoy por hoy mis mejores amigas y echando una vez más como
siempre me tocó desde niño de mi propia autoconfianza debo deciros
y compartir con ustedes, sin entrar en muchos detalles, que he
superado una difícil enfermedad, de etiología idiopática y por
tanto con dudoso diagnóstico e imprevisible pronóstico, gracias a
un gran esfuerzo personal en el que a lo largo de un larguísimo año
he dejado los venenos de mi cuerpo y de mi alma, he soltado lastres y
apegos perturbadores y he mantenido una estricta dieta alimentaria y
de ejercicio: agradezco a mi madre que siendo poco más que un niño
me enseñara a cocinar, ya gano peso cada mes y hasta voy teniendo
musculitos de esos que exhiben los adolescentes y yo a mi edad
prefiero ocultar tras mi ropa de deporte o yoga. Estoy feliz, sí, lo
estoy, una vez más parece ser que he vencido, al menos de momento,
la adversidad y de paso, como cuando decidí hacerme psicoterapeuta
con más de 40 años mi propia experiencia y mis humildes saberes los
pongo al servicio de los míos y de la comunidad con la que hoy por
hoy estoy comprometido: mi nuevo pueblo y sus gentes, “sweet and
funny peopple in my new life”.
No
merezco reconocimiento ni medalla o trofeo alguno por ello, os lo
aseguro: la sonrisa de un niño y sus progresos escolares, los
avances de salud de un anciano o la mejora de un drogodependiente y cómo no el incansable recibimiento de saltos y carantoñas de mis tres perritos al levantarme y cuando regreso a casa ya
son suficiente “regalo cotidiano de los dioses”. No soy creyente
como sabéis, pero hoy, hoy quiero desearos que vuestro Dios o
vuestros dioses os bendigan por siempre y sepáis, a ciencia cierta,
que podéis contar conmigo sin condiciones hasta donde mis
posibilidades alcancen: hoy por hoy el odio sigue sin estar en mi
guión, la complacencia y la resignación tampoco. ¡Ustedes sabrán
entenderme sin duda! Gracias por todo!! Besos y abrazos desde mi soleada hoy Bahía de Cadiz.
Amador
Muñoz
Marzo
del 2013
A
mi padre, mi Angel querido: in memoriam!!
Nunca
te escribí un poema padre, aquel niño vivaz y despierto al mundo
que recuerdo haber sido, no consideró nunca la poesía en su sentido
más estético como herramienta de andar por su cada día nuevo
mundo. Hasta me gané un tortazo de D. Agustín, mi querido maestro
de Lavapiés impartiendo clases en aquel arrabal madrileño de
ladrillos rotos y desangelados descampados en que vivíamos, por
criticar un poema de Rubén Darío con sólo ocho años, al proclamar
infantilmente que la poesía solo carecía de sentido si estaba al
servicio de la igualdad social, la libertad y la democracia. Suena
fuerte y prematuro, lo sé, y creo haberlo entendido con los años,
pero fuera de casa el mundo era un infierno cotidiano sólo aliviado
por la complicidad compañera y el compañerismo cómplice de mis
amigos del barrio y del colegio: en nuestra casa ya sabes lo que
sucedía no es necesario que ahora te lo recuerde. Por el contrario
si te dediqué y canté mis primeras canciones aprendidas, casi en
edad prepúber y sin guitarra aún y tú fuiste quien me iniciaste en
la escucha atenta del tango y el flamenco jondos en tus escasos días
libres en el patio de la casa gracias a aquél viejo tocadiscos
portátil Philips que si no lo ha tirado mi hermano sigue en casa,
nuestra casa padre, tan inhóspita ya para todos. Ha llovido mucha
vida desde entonces, tu ya sabes. No soy dado a la nostalgia ni soy
de lágrima fácil, o al menos no lo era entonces, pero este
atardecer a solas a pocos metros del mar y tan lejitos de la que fue
mi gente, con tu foto presidiendo mi mesa de estudio, te han traído
desde mi más escondida memoria y me he puesto a escribirte. Aún
recuerdo tus ojos de niño grande a punto de llorar siempre. ¡Qué
mal te trató la vida compañero! Y de paso también muchos de los
que se consideraron tus amigos y los que inevitablemente tuviste por
familia. No tenías madera de padre, reconócelo, y mucho menos de
marido, pero sí de amigo: “el padrino” te llamaban todos los
niños del barrio cuando bajabas los escalones que daban paso a
nuestra calle, más tarde que cualquiera de los otros vecinos, de los
otros trabajadores: la vida de los bares antes y después de la
jornada laboral fueron siempre tu cruz y tu condena; quiero pensar
que alguna vez tu oasis vital. Yo siempre te esperaba en silencio,
anhelante de tu habrazo y de tu forma de llamarme “hijo mío”,
hoy creo que sólo tu supiste entrever en mí algo más emocional,
sentimental y humano que un niño abonado al sobresaliente académico
hasta en la asignatura de una religión en la que nunca creyó. De mi
madre no recuerdo más de cinco besos y abrazos a lo largo de mi
vida, ya la conoces. Eras hasta entonces el único hombre al que
había visto llorar en un mundo de machos y machitos con pretensiones
de alfa en la manada. No quiero hablar de mi madre ni de mi hermano,
de tu esposa y de tu hijo, el primogénito, han dejado de existir por
decisión propia. Ni tampoco regodearme en el míope recuerdo de lo
vivido junto a ti. Paso a escribir letra a letra, palabra a palabra,
verso a verso ese poema que te debo, aunque me deje la vida en ello,
pero no lo haré público en ningún caso, se irá conmigo donde los
vientos, las mareas y los dioses me lleven, tarde o temprano, estoy a
su merced sólo me queda la palabra: a mí nadie me escribirá un
poema, nadie me echará de menos, pero hasta mi último aliento te
llevaré en mi corazón dispuesto a pronunciar tu nombre, mi Angel
querido. Brindaré a tu eterna salud y alegría estas Navidades que
he decidido pasar a solas, con mis perritos, sólo en Nochevieja
saldré con mis nuevas amigas de mi nueva tierra: quedas invitado aún
conservo y uso una de tus americanas preferidas. Te quiero por más
que –aun lo recuerdo- con sólo quince años os manifestara a madre
y a ti mi intención de abandonar el hogar y vivir por mis propios
medios. Han pasado los años y yo, como ves, sigo desabrigado ante el
camino y desnudo ante mis sentires, ajeno a la opinión ajena y
convencido de que todo este circo sigue valiendo la pena ser vivido
aliñado con orgullo, dignidad, franqueza, empatía y entereza. Nos
veremos cualquier día, sin nostalgias ni saudades, tomaré un vino
contigo, entretanto te me cuidas mucho: compañero del alma,
compañero, que la muerte levantó temprano el vuelo y tan temprano
rodaste por los suelos!!
Tu
hijo Amador!!
Bahía
de Cádiz, diciembre del 2012
Abrazos siempre Dorchy Muñoz.
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